lunes, 16 de diciembre de 2013

Antón, el gato nadador.

 


Por todos es sabido que los gatos odian el agua con todas sus fuerzas, pero Antón no era un gato cualquiera. Desde muy pequeñito a Antón le encantaba tirarse a la bañera, al fregadero, a los charcos provocados por la lluvia.
Sus dueños ya habían observado su peculiar fascinación por el agua, por eso tenían mucho cuidado pues, aunque a Antón le encantaba el agua, tenía un gran problema; no sabía nadar.
Nadie de su familia podía ayudarlo, puesto que, como casi todos los gatos, odiaban el agua y le tenían mucho miedo. Pero eso no impediría que Antón aprendiera.
Un día, cuando su madre estaba ocupada dando de comer a sus hermanos, Antón salió a la calle en busca de alguien que le ayudara a aprender.
Nada más salir encontró una paloma posada en un árbol, se acercó a ella y dijo:
-Paloma, palomita, ¿me enseñarías tú a moverme en el agüita?
A lo que la paloma contestó:
-Pequeño gato, qué más quisiera yo que poder ayudarte, pero soy experta en volar, nadar no es mi suerte. Seguro que otro podrá ayudarte, te deseo suerte.
Antón siguió caminando y preguntando a los animales. ¡No encontraba a nadie que pudiera ayudarlo! Pero él no se rendía, seguía buscando algún sabio animal que lo enseñara a nadar.
Finalmente, llegó a un pequeño lago y, mientras lo miraba maravillado, un pato se acercó y le preguntó:
-Pequeño gatito, ¿qué te sucede?, ¿estás triste?.
A lo que Antón contestó:
-Estoy muy triste porque no encuentro ningún animal que me enseñe a nadar.
El pato, sonriendo, le respondió:
-Yo te enseñaré, sigue mis instrucciones y pronto nadarás como un pez.

Y así fue. Tras una hora de clases con su amigo el pato, Antón se movía por el agua como si llevara toda la vida, y fue entonces cuando descubrió lo que era ser plenamente feliz.

A partir de ahí, una vez al día, Antón iba al lago a nadar con su amigo el pato.





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