Luna
no era una vaca como las demás. Desde siempre había demostrado ser una vaca especial y, cuando a las demás comenzaron a
salirles las manchas ella seguía tan blanca como siempre y eso la preocupaba
mucho.
Las
demás vacas le decían que no se preocupara, que ya le saldrían, pero ella cada
día estaba más preocupada, no quería ser diferente, quería ser como las demás y
tener esos lunares negros tan bonitos.
Un día,
el perro de la granja vio que Luna estaba muy triste y se le ocurrió una idea;
la llevó a un charco de barro que había causado la lluvia, se manchó las patas
con barro y comenzó a pintar manchas de barro por el cuerpo de la vaca.
Cuando
el perro terminó, Luna fue a verse reflejada en el agua y quedó maravillada,
¡al fin tenía manchas! Fue muy contenta a mostrárselas a las otras vacas y,
cuando el granjero la vio así la llevó junto a la manguera.
La pobre
vaca lloraba de tristeza mientras el granjero la bañaba, pues veía cómo sus
manchas iban desvaneciéndose y volvía a ser una vaca completamente blanca.
Pero
algo sucedió, cuando el granjero estaba acabando comenzó a frotar con fuerza
una mancha que no se iba y, tras varios intentos se dio cuenta de que era la
primera mancha de Luna, ¡al fin sería como las demás!
Se fue
corriendo junto a ellas a mostrarles su mancha y todas exclamaban muy contentas
pero le dijeron que, a pesar de todo, era
muy especial con manchas o sin ellas.
Entonces
Luna comprendió que ser diferente no era malo y vivió muy feliz sin preocuparse
nunca más por sus manchas.
¿ Quieres ayudar a Luna a que tenga unas manchas preciosas?
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