Lecturas

Antón, el gato nadador.

 


Por todos es sabido que los gatos odian el agua con todas sus fuerzas, pero Antón no era un gato cualquiera. Desde muy pequeñito a Antón le encantaba tirarse a la bañera, al fregadero, a los charcos provocados por la lluvia.
Sus dueños ya habían observado su peculiar fascinación por el agua, por eso tenían mucho cuidado pues, aunque a Antón le encantaba el agua, tenía un gran problema; no sabía nadar.
Nadie de su familia podía ayudarlo, puesto que, como casi todos los gatos, odiaban el agua y le tenían mucho miedo. Pero eso no impediría que Antón aprendiera.
Un día, cuando su madre estaba ocupada dando de comer a sus hermanos, Antón salió a la calle en busca de alguien que le ayudara a aprender.
Nada más salir encontró una paloma posada en un árbol, se acercó a ella y dijo:
-Paloma, palomita, ¿me enseñarías tú a moverme en el agüita?
A lo que la paloma contestó:
-Pequeño gato, qué más quisiera yo que poder ayudarte, pero soy experta en volar, nadar no es mi suerte. Seguro que otro podrá ayudarte, te deseo suerte.
Antón siguió caminando y preguntando a los animales. ¡No encontraba a nadie que pudiera ayudarlo! Pero él no se rendía, seguía buscando algún sabio animal que lo enseñara a nadar.
Finalmente, llegó a un pequeño lago y, mientras lo miraba maravillado, un pato se acercó y le preguntó:
-Pequeño gatito, ¿qué te sucede?, ¿estás triste?.
A lo que Antón contestó:
-Estoy muy triste porque no encuentro ningún animal que me enseñe a nadar.
El pato, sonriendo, le respondió:
-Yo te enseñaré, sigue mis instrucciones y pronto nadarás como un pez.

Y así fue. Tras una hora de clases con su amigo el pato, Antón se movía por el agua como si llevara toda la vida, y fue entonces cuando descubrió lo que era ser plenamente feliz.

A partir de ahí, una vez al día, Antón iba al lago a nadar con su amigo el pato.





 ¿ Quieres colorear al gato Antón?

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Edu, el mono saltarín

           
 Desde muy chiquitito, Edu era un mono al que le gustaba mucho saltar , hacer pequeños espectáculos de saltos y  piruetas en el aire para entretener a sus amigos de la selva.
                Todos lo querían mucho, ya que siempre quería verlos contentos y con sus saltos y volteretas lo conseguía, y por ello siempre recibía los aplausos del resto de animales.
                Un día, un señor del circo paseaba por la selva y se encontró con el número especial de saltos de Edu. Se escondió detrás de unos árboles para observarlo sin asustarlos, cuando el fabuloso espectáculo terminó y los animales comenzaron a aplaudir, el hombre salió de detrás de los árboles y también comenzó a aplaudir.
                Al principio, los animales se asustaron por la presencia de un humano entre ellos, pero él les aseguró que no les haría nada, que solo estaba paseando cuando se había encontrado con ese fantástico festival de saltos.
                A Edu la idea le encantó, pero le daba un poco de miedo ya que nunca había salido de la selva. Sus amigos los animales lo animaron, le dijeron que así podría hacer feliz a mucha más gente y eso lo ayudó a convencerse, cogió sus cosas y se fue con el señor del circo.

                Y desde entonces Edu fue un mono mucho más feliz, en el circo le enseñaron muchos más saltos y piruetas, por lo que aprendía algo que le gustaba de verdad mientras recibía los aplausos de toda esa gente que iba a verlo.

A el mono Edu, le encanta que le den color y coloreen sus plátanos verdes y amarillos, ¿Quieres darle color?

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Paco, el elefante elegante


No había en el lugar un elefante más elegante que Paco, pues siempre iba muy aseado, con un traje de hojas que le habían hecho los monos y una corbata de telarañas fabricada por las arañas especialmente para él.
                Cada día, a la hora del té, Paco reunía a sus amigos alrededor de una piedra con forma de mesa, y tomaban un té de hierbas preparado por los koalas, junto con unas ricas pastas de bambú que preparaba un oso panda que era un gran cocinero.
                Pero, un día, Paco tuvo que agacharse a saludar a uno de sus amigos y su traje se rompió ¡y era su único traje! El pobre elefante se entristeció mucho, ya que para alguien tan elegante como él, ir con el traje roto era intolerable, e ir sin ropa era impensable.
                Todos los animales quisieron ayudarle, así que les pidieron a las arañas que le tejieran otro traje, pero Paco era enorme, y ellas no producían tantas telarañas como para fabricárselo. Los animales, tras mucho pensar, tuvieron una gran idea; todos los animales peludos darían un poco de su pelo para así tener más hilo, y los que no tuvieran pelo colaborarían ayudando a coser a las arañas.
                Y así fue, en un periquete tenían hecho el nuevo traje para Paco y no tardaron en buscarlo para darle la sorpresa.

                Cuando Paco vio su nuevo traje lloró de la emoción pues, ahora no solo tenía un elegante traje nuevo, sino que sus amigos le habían demostrado lo mucho que les importaba, trabajando duramente e incluso dando partes de su pelo para la elaboración del traje más bonito y elegante que jamás se vio en esa selva.


A Paco le encantaría que colorearas su ropa, ¿Quieres?
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Luna, la vaca sin lunares 


 Luna no  era una vaca como las demás. Desde siempre había demostrado ser una vaca especial y, cuando a las demás comenzaron a salirles las manchas ella seguía tan blanca como siempre y eso la preocupaba mucho.
                Las demás vacas le decían que no se preocupara, que ya le saldrían, pero ella cada día estaba más preocupada, no quería ser diferente, quería ser como las demás y tener esos lunares negros tan bonitos.
                Un día, el perro de la granja vio que Luna estaba muy triste y se le ocurrió una idea; la llevó a un charco de barro que había causado la lluvia, se manchó las patas con barro y comenzó a pintar manchas de barro por el cuerpo de la vaca.
                Cuando el perro terminó, Luna fue a verse reflejada en el agua y quedó maravillada, ¡al fin tenía manchas! Fue muy contenta a mostrárselas a las otras vacas y, cuando el granjero la vio así la llevó junto a la manguera.
                La pobre vaca lloraba de tristeza mientras el granjero la bañaba, pues veía cómo sus manchas iban desvaneciéndose y volvía a ser una vaca completamente blanca.
                Pero algo sucedió, cuando el granjero estaba acabando comenzó a frotar con fuerza una mancha que no se iba y, tras varios intentos se dio cuenta de que era la primera mancha de Luna, ¡al fin sería como las demás!
                Se fue corriendo junto a ellas a mostrarles su mancha y todas exclamaban muy contentas pero le dijeron que, a pesar de todo, era muy especial con manchas o sin ellas.

                Entonces Luna comprendió que ser diferente no era malo y vivió muy feliz sin preocuparse nunca más por sus manchas.


¿ Quieres ayudar a Luna a que tenga unas manchas preciosas?
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Toby, el cocodrilo vegetariano


Desde que Toby salió del huevo se hizo amigo de todos los animalitos de la selva y, por tanto, no quería comerse a ninguno, pero como ya sabemos, los cocodrilos se alimentan de carne.
                Por eso había que encontrar una solución, porque si Toby seguía sin comer iba a acabar enfermando, por lo que los animales amigos suyos se reunieron para buscar una solución.
                Entonces, sus amigos los monos reunieron plátanos, las jirafas algunas plantas y las tortugas unas algas y se las llevaron a Toby.
                Cuando él vio lo que sus amigos habían hecho por él se sintió muy feliz, comió rápidamente todo lo que le habían traído y les dio las gracias.

                Cada grupo de animales le contó dónde había conseguido la comida que había aportado, para que así el cocodrilo pudiera ir a cogerla cuando le apeteciera y Toby se sintió inmensamente feliz pues, no solo no tenía que comer carne, si no que sus amigos le habían demostrado lo mucho que les importaba.




 A Toby le encanta que lo coloreen, ¿Quieres hacerlo tú?

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Roky, el león sin pelo.



Roky era un león precioso, pero tenía un problema: no tenía ni un solo pelo, carecía de melena y, por tanto, se sentía muy triste.
Todas las mañanas Roky bajaba al río a mirar su reflejo y, tras contemplar que seguía sin un solo pelo, entristecido volvía a internarse en el bosque.
Pronto sería el rey de la selva, ¿pero cómo iban a tomarlo en serio sin una regia cabellera que demostrara su autoridad?
Tenía que hacer algo y pronto, antes de que cualquier otro animal le arrebatara el trono, pues eso sería una gran vergüenza para su familia y Roky tendría que marcharse a otro lugar.
Pero él no quería marcharse. Le encantaba vivir en esa selva con sus amigos y le fascinaba la idea de que pronto sería el rey. Tenía que hacer algo.
Los animales del bosque, preocupados por la tristeza de Roky, se reunieron un día para buscar las posibles formas de ayudar a nuestro amigo el león pelón.
Cuando se les ocurrió la solución corrieron a buscar a Roky. Lo encontraron en la orilla del río llorando. El mono Dono gritó:
-¡Hemos encontrado la solución a tu problema!
Entonces, cada animal se arrancó un mechón de pelo y los fueron reuniendo, creando al final una gran melena de muchos colores.
Roky saltaba de alegría, sin pensárselo dos veces se puso su nueva y colorida melena.

Todos los animales aplaudían y gritaban, y entonces a Roky se le ocurrió una gran idea. No sería el rey de la selva, todos los animales mandarían por igual, él era feliz sólo con saber lo mucho que sus amigos le querían.



¿ Te apetece colorear la larga  melena de Roky?


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Rayo, el caballo veloz
 


            No se ha visto en la tierra un caballo más veloz que Rayo y, por eso, su dueño lo apreciaba y lo cuidaba tanto, ya que cada semana Rayo participaba en carreras en las que, al ganar, conseguía mucho dinero.
                El dueño del caballo en pocos años ya había amasado una pequeña fortuna, pero no se cansaba, siempre quería más y el pobre Rayo cuando no estaba en carreras estaba entrenando.
Y a él le fascinaba correr más que cualquier otra cosa en el mundo, pero eso era demasiado, necesitaba unas vacaciones y sabía que su dueño no se las daría de ninguna de las maneras.
Así que un día Rayo se decidió y, mientras entrenaba, corrió velozmente hacia la valla y la saltó, y siguió corriendo para alejarse del lugar, mientras oía como su dueño lo llamaba a gritos, realmente enfadado.

Y Rayo corrió y corrió sin descanso durante varios kilómetros, hasta que estuvo seguro de que su dueño no lo seguía pero, para evitar que lo encontrara, atravesó al galope varios campos y se internó en un pequeño bosquecillo.

Allí conoció a grandes amigos y, por fin, pudo correr solo cuando realmente le apetecía, cuando no, podía estar tumbado al sol, jugando con sus amigos o haciendo cualquier otra cosa, pero lo había conseguido, al fin era libre y su dueño, por avaricioso, se quedó sin Rayo, sin más trofeos y sin más dinero.

¿ Quieres colorear  a  Rayo?

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Petra, la jirafa que necesitaba gafas.

                Petra era una hermosa jirafa a la que le encantaba pasear y, como tenía un cuello tan alto, no había nada que la hiciera más feliz que poder observar los muchos paisajes de la selva en la que vivía.
                Un día, la altísima Petra llegó a un lugar de la selva en el que nunca había estado y, cuando se disponía a observar los nuevos paisajes de esa zona, se dio cuenta de que no veía bien, los paisajes a su alrededor estaban como borrosos.
                La pobre jirafa no sabía lo que sucedía, así que fue a visitar a un elefante muy sabio para que le explicara. El elefante escuchó con atención la historia de Petra y, a continuación, hizo unos dibujos en la arena y le pidió a Petra que le dijera qué era cada dibujo desde lejos.
                Ella lo intentó, pero se dio cuenta de que no los veía bien, no lograba saber qué eran todos los dibujos, y le preocupaba mucho, no quería ni pensar cómo iba a ser su vida si nunca más podía observar esos paisajes que tanto le gustaban.
                Pero el sabio elefante encontró la solución, llamó a un mono carpintero de la selva y le explicó que necesitaba unas gafas. El mono al momento se puso a trabajar, pero Petra nunca había oído la palabra “gafas” y, por tanto, no sabía qué significaba.
                Le preguntó al elefante y él le pidió que esperara un poco y, al rato, el mono les mostró un extraño aparato hecho con madera y cristales de las botellas que los hombres tiraban en la selva.

                El elefante se lo puso a Petra delante de los ojos, y entonces la jirafa lo vio todo claro de nuevo, ¡al fin podía volver a ver! Y así fue como, gracias al mono y el elefante, Petra pudo volver a ver y, además, gracias al reciclaje.
¿ Te gustaría colorear a Petra y dibujarle sus gafas?

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Rudolf, el perro buscador perdido


 Desde que era muy pequeño, Rudolf se había convertido en buscador de cosas, su olfato era mucho más prodigioso que cualquier perro con mejor olfato. Cuando a sus dueños se les perdía algo, solo tenían que decírselo a Rudolf, que él en cuestión de minutos se encargaba de localizarlo.
                Era fantástico, pues también ayudaba a su madre a buscar los huesos que enterraban en el jardín, así como a los animales de las cercanías, que venían en numerosas ocasiones solicitando ayuda.
                Un día, los dueños de Rudolf lo llevaron al parque a jugar con el hijo pequeño de sus dueño. Ya en el parque, los dueños de Rudolf se sentaron en un banco, mientras que el perro comenzó a jugar a la pelota con el niño. El niño la tiraba con todas las fuerzas que tenía, y Rudolf se encargaba de correr a buscarla para traérsela y repetir otra vez el proceso.
                El pequeño había lanzado la pelota ya más de veinte veces cuando, en uno de los lanzamientos, la pelota se internó entre los árboles del bosque que había junto al parque y Rudolf no se movió, le daba miedo alejarse tanto, por lo que el niño fue en busca de su pelota.
                El cachorro esperaba impaciente su regreso para seguir jugando, pero pasó un largo rato en el que el niño no aparecía. Los dueños de Rudolf se acercaron a él, alarmados por la ausencia de su hijo, y el perrito, asustado con la posibilidad de no volver a ver a su amigo se metió corriendo en el bosque. Seguía el rastro del pequeño, pero los olores del bosque eran muchos y nuevos, y le costaba concentrarse.
                Ya no oía a sus dueños detrás de él, seguramente se habían quedado atrás, así que por primera vez en su vida, Rudolf estaba solo y tenía que encontrar al niño antes de que el sol se escondiera.
                Dio vueltas y vueltas hasta que se dio cuenta de que se había perdido y, mientras lloraba, el niño llegó corriendo hacia él y lo abrazó con cariño. Rudolf estaba inmensamente feliz, lamió la mejilla del niño y se decidió a encontrar la salida.

                Y así lo hizo, tras dar algunas vueltas dentro del bosque sin perder de vista al niño, llegaron al parque, donde los dueños los esperaban con los brazos abiertos. Abrazaron al pequeño y a Rudolf, volvieron a casa y premiaron al gran cachorro buscador con un hueso enorme.

¿ Que te parece si coloreamos a Rudolf y su premio?




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Jacinta, la gallina bonita

 

 En una granja no muy lejos de aquí vivía una gallina hermosa como ninguna y querida por todos, pues era muy amable y cariñosa.
                Jacinta era muy feliz en la granja, pero quería que su belleza no se quedara solo ahí, quería compartir con todo el mundo su belleza así que, en cuanto se enteró de que había un concurso de belleza de animales, preparó su maleta, se despidió de sus amigos de la granja y partió hacia el lugar del concurso.
                Allí pudo ver que había muchos animales, algunos bellísimos, pero ella estaba convencida de que no había animal más hermoso que ella, por lo que no se preocupó ni un instante.
                Llegada la hora del concurso los jueces observaron a todos y cada uno de los animales candidatos, haciéndolos desfilar por una pasarela como si fueran modelos.
                Jacinta paseó con todo su arte por la pasarela, alzando el pico y caminando con mucha elegancia, mientras los jueces la observaban con atención.
                Finalmente llegó el momento de la entrega de premios y todos los preciosos animales estaban muy nerviosos, pero Jacinta no, pues estaba segura de que el primer premio sería suyo.
                El jurado comenzó a nombrar a los ganadores; el tercer premio fue para un pez que era muy bonito, pero que no se podía comparar con la belleza de la gallina. Después, un juez contó que la siguiente decisión había sido difícil, pero que el primer puesto era para la oruga de ojos grandes y el segundo era para Jacinta.
                Ella no podía creer lo sucedido, debían estar equivocados, o ella debía estar soñando. Cuando una jueza se acercaba a ella para ponerle la medalla de plata, la gallina saltó y se marchó corriendo, pero al llegar a la salida encontró allí a todos sus amigos de la granja.
                Le contaron que habían visto el programa en la televisión y que habían venido a felicitarla, pues no sólo había sido la segunda más bella del concurso, sino que además era el animal más hermoso que había en la granja.

                Jacinta se dio cuenta entonces de que la belleza no era importante pues, aunque era muy bonita, eso no lo era todo, ya que sin sus amigos no sería la misma. Así que entró nuevamente, aceptó la medalla de plata y felicitó alegremente a la oruga, que era realmente hermosa, y acabó haciéndose muy buena amiga de Jacinta.

¿Te animas a pintar a la gallina Modesta?

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